Comentario al libro "QUIERO SER VEGETARIANO Y NO SE CÓMO. Guía para una transición saludable", de Ana Moreno.

Muchas veces la literatura vegetariana incluye mil recetas, pero no siempre menciona los conceptos que hay de base y las fórmulas a seguir para estar bien alimentados. Desde este punto de vista, existe un libro interesante de investigar, llamado "QUIERO SER VEGETARIANO Y NO SE COMO. Guía para una transición saludable"de la autora española Ana Moreno.

Empieza con una introducción sobre la forma cómo trabaja con sus pacientes. Posteriormente, recomienda que en el des-ayuno (lo que alude a salir de un estado de ayuno) no se coma en abundancia, ya que el estómago estaría inactivo después de doce horas de descanso y no es bueno forzarlo demasiado: sugiere comer una ciruela que se deja remojando durante la noche, agua caliente con limón, té rojo, todos alimentos amigables y sutiles para el estómago. Este concepto va en contra del mito "desayunar como un rey", que se ha instalado de las formas más diversas en nuestra cultura. 


Solo después de un par de horas se tomaría un desayuno propiamente tal, según un listado que recomienda. A media mañana también se puede comer algo, con el objetivo de evitar llegar con tanta hambre al momento del almuerzo.    

El concepto principal de este tipo de nutrición es la variedad. Por un lado para no aburrirse, pero principalmente porque es la manera de poder obtener y absorber todos los nutrientes necesarios: "ningún alimento por sí solo es la panacea. Lo son los alimentos en sinergia y cuando son ingeridos en forma variada"dice la autora. Pero aquí está el "problema" para nuestras costumbres: en cada plato hay que comer un y solo un tipo de verdura verde, por ejemplo y acompañarlo de una hortaliza. Al día siguiente, cambiar. Además, nunca mezclar las legumbres con los cereales, los porotos con arroz, por ejemplo, tal como lo aconsejan en otras dietas. En la noche hay que comer una sopa hecha con una y solo una verdura diferente con cebolla o puerro, más aceite de oliva y sal marina. Según la autora, la soya, el azúcar y el trigo no son saludables. Recomienda el pan de centeno, siendo que en la actualidad casi todo pan tiene trigo. No recomienda el tofu y el seitán, que es lo típico vegetariano. 

Este libro tiene múltiples recetas e indicaciones, que resultan bastante agradables, ya que se van descubriendo nuevos sabores y el cuerpo se va sintiendo más liviano y saludable. Sin embargo, el grave problema es que cuando NO se está en el orden del hogar, es imposible encontrar un restaurante, incluso vegano, que tenga este esquema de alimentación. En general, en este tipo de lugares hay platos abundantes, con exceso de carbohidrato e incluso con mezclas "equivocadas", según lo planteado por el libro o según una dieta hipocalórica. De hecho, la autora señala que hay personas que suben de peso cuando cambian a una alimentación vegetariana porque sobrecargan la alimentación de diversas maneras y lo explica en detalle en el capítulo respectivo: aumento del consumo de grasas, ingesta de mayor cantidad de alimentos, mezclas inadecuadas, comidas que alteran la digestión y el metabolismo. 



Es enfática en manifestar que no hay que sobrecargar la alimentación diaria y que el equilibrio no se logra cuando faltan nutrientes, sino cuando NO sobran: 

"hoy en día nos sobra todo y seguimos pensando en términos carenciales", dice. "vivimos en una época de superabundancia. No es raro que en una casa haya más de una televisión o más de un ordenador y en nuestros cajones acumulamos teléfonos móviles antiguos, que hemos sustituido por otros más modernos aún cuando los primeros funcionaban perfectamente (...). Con la alimentación ocurre igual."

Más allá de querer (o no) ser vegetarianos por el motivo que sea y de ponerse en campaña para lograrlo, uno de los temas que se hace evidente en este libro es la forma de comer que tenemos en nuestra sociedad, tanto en relación a lo nocivo que son los alimentos industrializados, como a la manera en que hemos transformado la comida en un objeto de consumo más, integrándola a la misma lógica del exceso. 


Al parecer, no siempre se tiene clara conciencia de este proceso, del daño que se le hace al cuerpo, del costo social que significa y, lo más preocupante, de lo enajenados que estamos y obedientes que somos frente a un sistema que nos comanda incluso en los aspectos más básicos y cotidianos de nuestra existencia.  

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