"caminamos como dos horas y era todo increíble. Me imaginaba viviendo en ese tiempo, con inmensas pirámides y templos que deben haber sido, pues ahora solo quedaban partes. Después, llegar al gran Templo del Sol, con vista al mar. Pensé que solo él ha visto pasar a las generaciones, y tuve por unos minutos envidia de su poder, supuse cómo se reirá de nosotros, los mortales, que vivimos para crear historias y reconstruirlas en base a pequeños restos. En cambio él, el mar agitado, siempre fue el mismo aunque cambiara, siempre ha estado ahí, imponente, por los siglos de los siglos. Todo esto bajo un sol ardiente, que nos quemaba fuertísimo y que nos marcó la piel de tanto andar….”                              En Ruinas de Pachacamac. Lima, Perú. Enero 1993 Tuve la suerte o la mala suerte de no sentir este terremoto del año 2015 porque me encontraba lejos del epicentro. Este “no sentir” me llevó a no entender la verdadera dimensión del asunto, pensando que el temor a los te

Alfonso Arrau Corominas nació en diciembre de 1941, en Santiago de Chile. En su niñez y juventud tuvo algunos referentes importantes que le permitieron indagar en la filosofía, la religión, la literatura y la música clásica. Inició sus estudios en la Escuela de Sociología de la Universidad Católica de Chile. Luego realizó un doctorado en Washington University, en Estados Unidos. Al regresar a Chile, en 1972, se incorporó como profesor en su universidad de origen, pero al poco tiempo fue exonerado por la dictadura militar. Debido a esta situación decidió abandonar el país, partiendo con su familia a Venezuela. Después de tres años regresó a Chile, encontrándose con una sensación de extrañeza en su propia tierra. En 1980 ingresó nuevamente al mundo académico, participando en la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, única universidad que impartía la carrera en esos momentos. El paso por esta institución le permitió vincularse con la diversidad del espectro polít

Tómalo. No lo quiero, ni a él ni a su padre!!! Rosinha no alcanza a escuchar estas palabras porque está en la habitación con Artur, su hermano recién nacido. Le impresiona lo fuerte que chupa cuando ella le pone el chupete, así como lo hace cuando mama. Ha visto las heridas, unas verdaderas ampollas, que tiene su madre en los pechos y la ha escuchado quejarse cuando le da leche. Aún cuando ya ha tenido tres hijos, Doña María siente que no está preparada para tanto dolor, pero sabe que igual debe hacerlo pues su hijo tiene que vivir. Y ahí está, una, dos, tres veces, dando leche, sin descanso. La niña pone la puntita de su dedo en la boca del bebé y él se lo lleva hacia dentro rápidamente. Siente la fuerza de sus labios y no entiende como una criatura tan indefensa puede apretar así. Sabe que lo hace para alimentarse, para sobrevivir, pero él lo chupa todo: la nariz, la mejilla, el cuello, la ropa, la manga de la polera. Ella no se cansa de mirar a Artur, lo pequeño que es, l